La historia: Nace en Viena el 21 de Agosto de 1858, único hijo varón de Francisco Jose I, emperador de Austria y rey de Hungría y de su esposa, la emperatriz Isabel de Baviera (mas conocida como Sissí, famosa por su belleza y extravagancias). Apenas nacido, le fue arrebatado a su madre, a la que se consideraba incapaz de educarlo correctamente y fue puesto en manos de nodrizas y preceptores.

Mas adelante demostró tener una viva inteligencia y gran facilidad para el aprendizaje de las numerosas lenguas que se hablaban en el Imperio. Adquirió vastos conocimientos en ciencias naturales, especialmente en ornitología. En política sus ideas eran democráticas y anticlericales, lo que molestaba sobremanera a su padre. Era además  muy aficionado a la cacería y aprovechando la abundancia de ésta en los bosques de Viena se hizo construir allí un hermoso pabellón de caza al que llamó Mayerling. Rodolfo eligió aquel lugar como centro de sus actividades campestres y también para sus muchos devaneos amorosos, por lo que había llegado a ser muy famoso en Viena.                                                                                                                   

El emperador Francisco José, inquieto, ya que consideraba que su hijo mostraba signos de inmadurez, decidió casarlo con la princesa Estefanía de Bélgica, para obligarlo a sentar cabeza. La boda se celebro en 1881 y tuvieron una hija llamada Isabel, pero el matrimonio nunca funcionó y Rodolfo jamás renunció, ni a sus ideas liberales ni a sus aventuras amorosas. En 1888 conoció a la bella Baronesa Maria Vetsera, de 16 años, que una prima de Rodolfo, la condesa Larish Wallersee, le presentó y actuó luego como celestina, para que pudieran verse a escondidas. Se enamoró hasta tal punto que estaba decidido a divorciarse de su esposa para casarse con María, para lo cual, solicitó el consentimiento del Papa León XIII, quien negó tal separación.

El 28 de enero de 1889, Rodolfo y el emperador mantuvieron una reunión que se convirtió en un verdadero altercado. No se sabe a ciencia cierta lo que se dijo allí, pero se piensa que el emperador le reclamó el haber pedido al Papa la anulación de su matrimonio y le exigió terminar de inmediato su relación con María Vetsera, a lo cual el príncipe se negó, por lo que Francisco José le dijo que lo removería de la sucesión al trono. Lo cierto es que se le oyó gritar: “Tú no eres digno de ser mi sucesor”. Los historiadores en general afirman que después de esta entrevista, Rodolfo decidió suicidarse y María aceptó compartir su destino. Dos días más tarde fue hallado muerto en su dormitorio del pabellón de caza. Junto a él, la pistola que había usado para dispararse en la cabeza y sobre la cama el cuerpo semidesnudo de su amante, a quien había disparado antes un tiro en la sien. Ambos dejaron cartas para sus madres, el príncipe escribió que moría en salvaguarda de su honor, mientras que María, por su parte, dijo que lo hacía por amor a Rodolfo.

El emperador Francisco José, desvastado, decidió mantener en secreto el doble suicidio. Ordenó decir que el príncipe había muerto de un ataque cardíaco e insistió en que no se mencionara el hecho de que Maria Vetsera había muerto con el, pero la verdad fue pronto conocida en el mundo entero. La censura imperial comprometió gravemente el nombre de los Habsburgo e hizo temblar los mismos cimientos de la monarquía.

Un detalle: Cuando Rodolfo cumplió los seis años, se nombró como su tutor al general Gondrecourt, con la orden de endurecer su carácter. Con este fin, se le despertaba por la noche y se le sometía a duchas heladas. Un año después, para enseñarlo a ser valiente, Gondrecourt lo encerró en una jaula del zoológico de Lainz y desde fuera le gritó que un oso salvaje venia hacia el, el niño comenzó a chillar, dominado de un terror histérico. Al saberlo, Sissí puso un ultimátum a su marido y logró que le fuera cambiado el preceptor.

Otro detalle: La esposa de Rodolfo, Estefania, era hija del rey Leopoldo II de Bélgica, que era uno de los hombres mas ricos del mundo. El Congo, en África, era su propiedad personal y recolectaba allí enormes cantidades de caucho y marfil, usando a los congoleses como esclavos y para controlarlos usaba un régimen del terror que incluía matanzas y mutilaciones. Una campaña de prensa expuso, a nivel internacional, la brutalidad con la que Leopoldo reinaba en esa colonia, lo que, en 1908, lo obligó a  renunciar a la misma y cederla a Bélgica, con el nombre de “Congo Belga”.

Otro detalle: El frecuentar todo tipo de mujeres le costó caro a Rodolfo: Contrajo una blenorragia que le contagió a su esposa. El mal le afectó las articulaciones y los bronquios y para aliviar los dolores se dedicó a consumir drogas y alcohol en exceso. El hecho de ver naufragar su matrimonio, de padecer una enfermedad incurable y de ver su vida hecha una ruina, le generó continuas depresiones y deseos de suicidio. En efecto, en 1888, poco antes de conocer a María, le propuso a una de sus amantes, Mizzi Caspar, suicidarse junto a el. Mizzi lo tomó a broma y se rió en su cara, pero informó de ello al jefe de la policía, el Barón Krauss, quien no le dio mayor importancia al asunto.

Un último detalle: Mientras Rodolfo recibía funerales de estado, a la familia de María la obligaron a enterrar su cuerpo en el máximo secreto. Al día siguiente del suceso, al caer la noche, dos tíos de ella llegaron a Mayerling, tuvieron que lavar el cadáver ensangrentado de su sobrina y vestirlo de nuevo. Luego la llevaron a un coche de caballos, atándole un bastón en la espalda para mantenerla sentada y hacerla pasar por viva. En la madrugada fue sepultada en un cementerio cercano.

Fuentes:                                                                                                                         

  • Dorothy Gies. “Los Habsburgo”. Ediciones Grijalbo, 1970.                                              
  • Brigitte Hamann. “Sissi”. Ediciones Tea, 1982.                                                                           
  • Erika Bestenreiner, “La Emperatriz Sissy”. Oscar Mondadori, 2003.                        
  • Cesar Vidal. “Que pasó en Mayerling”. Libertad Digital SA. Madrid, 2002.

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Por francisco

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