La historia: Nace el 3 de febrero de 1795 en Cumaná, Estado Sucre, perteneciente a una familia de riqueza y distinción de esa ciudad. Hijo del Coronel Vicente de Sucre y Urbaneja y María Manuela de Alcalá. En su adolescencia es enviado a Caracas donde estudia Ingeniería Militar, y allí presencia los acontecimientos del 19 de Abril de 1810 y del 5 de Julio de 1811, cuando se declaró la independencia de Venezuela. A los diez y seis años se alistó en el ejército patriota como alférez de ingenieros y en 1812 participó en las campañas de Francisco de Miranda contra los realistas, cuando fue ascendido a teniente. Tras el fracaso de este primer intento emancipador, se refugió en la isla de Trinidad, donde conoció a Santiago Mariño, a quien siguió en 1813 en la expedición que tomó Cumaná e intervino luego en la organización del Ejército de Oriente.
En 1814, en los Valles de Aragua, asiste a la reunión de las fuerzas patriotas del Oriente comandadas por Mariño con las del Occidente, dirigidas por Simón Bolívar. Ese mismo año combate en la “batalla de Urica”. Donde muere el terrible Boves, pero que finalizó con el triunfo de los realistas, y Sucre nuevamente tuvo que buscar refugio en las Antillas.
En 1815 participa en la defensa de Cartagena de Indias (Colombia) sitiada por el General español Pablo Morillo. Después de un largo cerco de hambre, y ya sin alimentos y pertrechos, el comandante de la plaza, el también cumanés, José Francisco Bermúdez, decide abandonar la plaza, y junto a Sucre logra escapar burlando la vigilancia española.
Pasa luego a combatir en Guayana con Mariño, que en 1816 lo nombra Jefe de su Estado Mayor y lo asciende a Coronel. En 1818 se dirige a Angostura, donde Simón Bolívar había instalado su cuartel general y se convierte en uno de sus mejores lugartenientes, ganándose la amistad y el respeto del Libertador. En agosto de 1819 es ascendido a General de Brigada.
El 11 de enero de 1821 es nombrado en Bogotá Comandante del “Ejército del Sur” creado por la Gran Colombia para combatir al dominio español en la “Real Audiencia de Quito” (hoy Ecuador). El 24 de Mayo de 1822, Sucre, al mando del ejército independentista gana la “Batalla de Pichincha”, derrotando al ejército realista dirigido por el militar español Melchor Aymerich, y liberando a Ecuador, que se incorpora a la Gran Colombia, y se abre así el camino para una nueva acción: El lograr la independencia del Perú.
Para ese momento los ejércitos peruanos, habían sufrido grandes derrotas por parte de los realistas, que tenían en su poder las tres cuartas partes del país; por lo que, el gobierno solicita urgentemente la ayuda de la Gran Colombia, y esta acuerda enviar un ejército de 6.000 hombres.
Pero desde 1820 había llegado a ese país, con un ejército de 4500 combatientes, el general Argentino José de San Martín (el libertador de Argentina y Chile). Bolívar y San Martín, tenían diferencias de opiniones en lo político y militar, por lo que en julio de 1822, con el fin de llegar a un acuerdo, tuvo lugar la célebre “Entrevista de Guayaquil” entre los dos libertadores, pero la posición de San Martín se hallaba muy debilitada por el hostigamiento de los realistas y por la falta de apoyo de su país, que no le enviaría más tropas y pertrechos. Prevalece entonces la opinión de Bolívar y San Martín deja en manos de Bolívar el destino del Perú.
Así, en Mayo de ese año Bolívar es recibido con inmenso júbilo en Lima, y Sucre es elegido por el Congreso como Presidente del Perú. El 6 de Agosto de 1824 participa junto a Bolívar en la victoria de «Junin y el 9 de diciembre del mismo año, comanda las tropas patriotas en la “Batalla de Ayacucho”, donde vence al poderoso ejército realista del Virrey Jose de la Serna, lo que selló la liberación definitiva del Perú y el fin del dominio español en el continente. El Parlamento Peruano lo nombra Gran Mariscal y General en Jefe de los Ejércitos
En 1825 participó en la creación de una nueva nación, en el llamado territorio de “El Alto Perú”, siendo elegido como su primer presidente, luego el congreso de ese país decretó que el nuevo estado llevaría el nombre de «Bolivia», en homenaje al Libertador, y su capital se llamaría “Sucre” en honor al Mariscal de Ayacucho.
Más tarde, en Bolivia, algunos militares y políticos ambiciosos empezaron a alzarse en contra del gobierno de Sucre, quien tuvo que afrontar una revuelta organizada desde el Perú, la cual desemboca en el “Atentado de Chuquisaca”, el 18 de Abril de 1828, donde Sucre fue herido en un brazo. El promotor de esta conspiración fue el general peruano Agustín Gamarra, que pretendía anexionar Bolivia al Perú, y el autor intelectual el político boliviano Casimiro Olañeta.
Unos días después del mencionado incidente, que casi le costó la vida, Sucre se casó por poder con Mariana Carcelén de Guevara, Marquesa de Solanda, a quien había conocido en 1822, en Quito. Y para contribuir a la pacificación de Bolivia toma la decisión de abandonar su cargo de Presidente, y se retira a Ecuador, a encontrarse con su esposa
En 1829, La Gran Colombia requiere nuevamente sus servicios para enfrentar una invasión del Perú, comandada por José de La Mar, que ocupó temporalmente la ciudad de Guayaquil. Pero el 27 de febrero de 1829 Sucre gana “La Batalla de Tarquí” dominando la dicha incursión.
Parte luego hacia Bogotá a reunirse con Libertador, a quien apoya en la realización del «Congreso Admirable”, convocado para evitar la desintegración de la Gran Colombia, lo que al final no pudo lograrse. Bolívar, enfermo y desanimado, renuncia a la presidencia de ese estado y Sucre sale de Bogotá rumbo a Quito a reencontrarse con su esposa y su hija María Teresa, pero en el camino, el 4 de junio de 1830, a sus 35 años, murió asesinado en una emboscada en la montaña de Berruecos, al sur de Colombia. Sus restos descansan en la Catedral Metropolitana de Quito, en una fosa hecha con piedra de Pichincha.
Fue una persona disciplinada, justa, y de lealtad absoluta al Libertador. Muchos historiadores piensan que si Sucre no hubiera muerto en ese momento quizá la unidad de la Gran Colombia, hubiera podido consolidarse. De hecho, Simón Bolívar, al saber de su asesinato, expresó en una carta: “Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor mío. La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia, y me quitó la vida”.
Un detalle: La familia “Succre” procedía de un aristocrático linaje francés que ostentó varios títulos nobiliarios y remonta su origen al Siglo XIII; se inició en una población del Norte de Francia, llamada “Preux au Bois”, que luego perteneció al “Condado de Flandes”, cuando esta región formaba parte del Imperio Español. Don Carlos Francisco de Succre y Pardo, bisabuelo del Mariscal de Ayacucho, inició la rama de la familia en Venezuela, cuando fue nombrado Gobernador de Cumana. En cuanto a su padre, Don Vicente de Sucre y García, este abrazó la causa patriótica y en 1812 fue Comandante de la expedición contra Barcelona, que se había rebelado a favor de los realistas, y luego de la independencia ejerció los cargos de Gobernador de la Fortaleza de Guayana y Comandante General del Bajo Orinoco.
Otro detalle: La batalla de Ayacucho duró unas cuatro horas. Sucre estaba en grave desventaja, los hispanos se presentan con más de 9.300 combatientes mientras que él dispone de tan solo 5.800. Sin embargo, con las dotes estratégicas del cumanés se logran refrenar las acometidas realistas. El Virrey José de La Serna se lanza entonces al ataque con tres escuadrones, pero no puede contener el choque de la caballería patriota que los dispersa, recibiendo el Virrey siete heridas. Mientras tanto el General colombiano, Córdoba, vence la resistencia del Batallón Fernando VII, captura la artillería enemiga y planta la bandera de La Gran Colombia. Entonces Canterac, que a la caída de La Serna había asumido el mando de los realistas, capitula, dejando en el campo 1800 muertos, 700 heridos y más de 2.000 prisioneros, entre ellos el mismo Virrey.
Otro detalle: El General irlandés Daniel Florencio O’Leary, amigo y edecán del Libertador, refiere que cuando Bolívar, que estaba en Lima, recibió las noticias del triunfo de Ayacucho su emoción fue tal que se comportó como un demente y se echó a bailar gritando: ¡Victoria, victoria, victoria! Hasta que hubo pasado un buen rato, cuando llegó a calmarse. A tal respecto también mencionamos una carta de 1824 de Bolívar a Santander, Vicepresidente de La Gran Colombia adonde confiesa: “Me suelen dar, de cuando en cuando, unos ataques de demencia en los que pierdo enteramente la razón”.
Otro detalle: Mucho se sabe sobre la carrera política y militar de Sucre, pero no tanto sobre su vida sentimental. Algunos historiadores pretenden presentar un Sucre sin tacha, un ángel, pero los humanos puros y perfectos no han existido nunca. Las mujeres lo amaron, por ser un joven soltero, galante, héroe, y además fino y culto. Conoció a su futura esposa, la Marquesa de Solanda, en 1822 cuando luego de la batalla de Pichincha entraba triunfante en Quito. Durante los siguientes seis años, mientras combatía en el sur, mantuvo sus amores con la Marquesa mediante un apasionado intercambio epistolar; no obstante, y de manera simultánea, sostuvo varias relaciones sentimentales: Una de ellas se dió en Guayaquil (Ecuador) con Tomasa Bravo con quien tuvo una hija, Simona, nacida en 1822. Luego, también en Guayaquil, tuvo un romance con una señorita de apellido Gainza. Más tarde tuvo otro idilio en La Paz (Bolivia), con Rosalía Cortés Silva, de la cual nació, el 15 de enero de 1826, su primer hijo varón, José María Sucre Cortés. Y en 1827, en Chuquisaca (Bolivia), tuvo amores con María Manuela Rojas, de 16 años, con quien tuvo otro hijo, Pedro Cesar de Sucre y Rojas, nacido, el 7 de Junio de 1828.
Otro detalle: El historiador ecuatoriano Alfonso Rumazo, así como otros cronistas, refieren que el romance con María Manuela Rojas le acarreó serias complicaciones a Sucre, ya que esta mujer estaba comprometida, oficialmente, con el antes mencionado político boliviano, Casimiro Olañeta, pero ella se entregó por amor al cumanés; Olañeta jamás le perdonó al venezolano que le hubiese quitado su novia, y eso lo llevó a maquinar el atentado de Chuquisaca, donde Sucre salió malherido. Durante su convalecencia recibió el consuelo de Manuela, que lo visitó llevando en sus brazos al hijo de sus amores, a quien Sucre reconoció y le dio su apellido.
Otro detalle: A pesar de los citados amoríos, su esposa, Mariana, siempre fue la mujer de sus afectos. En Julio de 1829 tuvieron una hija que fue bautizada al día siguiente en la Iglesia del Sagrario con el nombre de María Teresa. Los padrinos de la pequeña fueron el general Juan Jose Flores (venezolano, que posteriormente sería el primer presidente del Ecuador) y su esposa Mercedes Jijon de Vivanco. Al enterarse Simon Bolivar, en una misiva, le expresó su descontento a Sucre por no haberlo escogido a él como padrino, por lo que este se disculpó alegando que se trataba de una promesa previa que le había hecho a Flores en el campo de batalla de Tarquí.
Otro detalle: Siendo Presidente de Bolivia tuvo grandes problemas con Simón Rodríguez, el maestro de Libertador; este lo había enviado a ese país para que se encargara de la educación pública y Rodríguez crea allí un colegio donde no había distinción de razas: El hijo del aristócrata junto al hijo del indígena; pero estas ideas liberales causaron revuelo en esa sociedad clasista. El escándalo en las élites y el clero fue tan grande que Sucre se vio obligado a clausurar la escuela, y le informa a Bolívar: “Considero a Rodríguez un cabeza alborotada, con ideas extravagantes”. Rodríguez por su parte renuncia al cargo y escribe a Bolívar quejándose de Sucre por haberlo ofendido: “Me reprendió como si yo fuera un lacayo”. El preceptor del Libertador era en extremo revolucionario para su tiempo, y Sucre, el metódico, no lo toleró.
Otro detalle: En los escritos a sus amigos venezolanos se nota el habla de su tierra: Diminutivos como: Ratico, vinito, campañitas, vecinitos. Dichos como: “Me ha echado una soberana vaina”. Y expresiones de buen humor como: “Se fue el Obispo, gracias a Dios que salimos de ese bicho” o “Vaya esta cartica de ñapa a la anterior”; etc. etc.
Un último detalle: Los restos de Sucre fueron ocultados por su esposa, para que no fueran profanados y durante muchos años no se supo donde estaban enterrados. Pero una monja anciana, que había escuchado el secreto, relató al arzobispo de Quito que la Marquesa de Solanda los había depositado en el Convento del Carmen de esa ciudad, en un altar adonde ella iba con frecuencia a llorar por su esposo. El Gobierno solicitó entonces que se nombrara una junta médica forense, que estudió el esqueleto encontrado y lo identificó como el de Sucre, por las heridas de bala en el cráneo, producto del crimen de Berruecos, y las del brazo, causados por la revuelta de Chuquisaca. En 1900 sus restos fueron trasladados, en un fastuoso desfile, a la Catedral Metropolitana de Quito.
FUENTES
- Alfonso Rumazo González. “Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho”. Ed. Mediterraneo, 1969
- E. López Contreras. “Sucre, Síntesis de su vida Militar”. Fuerzas Armadas de Cooperacion, 1993
- J. L. Salcedo Bastardo e Inés Quintero. “A.J. Sucre, De mi propia mano”. Fund. Ayacucho, 2009
- “Genealogía del Mariscal de Ayacucho”. Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 1999