La historia: Valeria Mesalina, nace en la antigua Roma, en el año 25 d.C., hija de Marco Valerio Mesala y de Dominica Lépida, que eran los parientes pobres de la familia «Julio-Claudia», la más poderosa del Imperio Romano. Su madre, una libertina que había dilapidado la fortuna familiar, propuso casar a Mesalina, de solo 15 años, con un pariente, Claudio, que tenía 36 años mas que ella y además era desgarbado, enfermizo, cojo, tartamudo y con fama de idiota; pero era rico, y tío del emperador Calígula. Mesalina por su parte era una joven muy hermosa que pretendía amarlo, por lo que Claudio, que había tenido dos fracasos conyugales anteriores, acepta la propuesta. Del matrimonio nacerían una hija llamada Claudia Octavia y un varón, con el nombre de Británico.

Después del asesinato de Calígula, en el 41 d.C., Claudio accede al trono imperial. El nuevo emperador estaba perdidamente enamorado de su bella esposa y era un títere de ella. Mesalina se valió de este poder para eliminar a los rivales de su hijo en la sucesión al trono, para deshacerse de los que la criticaban y también para satisfacer sus propios caprichos.

Pero Mesalina fue célebre, sobre todo, por las constantes infidelidades al emperador. Aprovechando que este se encontraba en Britania dirigiendo una campaña militar, dio desahogo a sus más bajos instintos y comenzó a coleccionar numerosos amantes: miembros de la nobleza romana, soldados, actores, gladiadores y plebeyos, nunca tuvo reparo en tener relaciones sexuales con cualquier tipo de hombres, sin importar su condición económica o social. Premiaba con diversos regalos a aquellos que la complacían en sus fantasías y liquidaba a los que no se prestaban a ello, como fue el caso de Appio Junio Silano, su primer amor platónico, de cuando aún era una niña. Mesalina le ofreció sus favores sexuales, pero Silano los rehusó y ella, al sentirse despreciada, lo acusó ante Claudio como conspirador, por lo que inmediatamente fue ajusticiado.

En el 48 d.C., a sus 23 años, Mesalina cometió bigamia, casándose en secreto con un senador, Cayo Silio, por el que había perdido la cabeza, la idea era usurpar el trono de Roma, asesinando a Claudio; pero la conjura fue descubierta y el emperador, resentido, ordenó la muerte de los dos amantes. Mesalina, consciente del poder de su belleza, pidió verse con su esposo, segura de que este la perdonaría, pero los funcionarios que la habían apresado, temiendo que ella convenciera al emperador y que luego ellos mismos fueran condenados a muerte, impidieron que se encontraran, y a pesar de sus histéricas suplicas de clemencia fue ajusticiada por un centurión romano, que la decapitó. Se dice que su verdugo exclamó: «Si tu muerte es llorada por todos tus amantes, llorará media Roma».

Claudio más tarde dijo: «Mi destino ha querido que todas mis esposas hayan sido impúdicas, pero no impunes». El Senado decretó la «Damnatio memoriae» o la cancelación de cada recuerdo de Mesalina: Su nombre fue borrado de todos los documentos y monumentos y sus estatuas fueron destruidas. Sin embargo, gracias a los relatos de autores de su época, como Juvenal, Tácito, Suetonio y Plinio el viejo, Mesalina pasó a la historia, como una ninfómana.

Un detalle: Su contemporáneo, el poeta Juvenal escribiría en sus Sátiras: «Cuando estaba junto a su marido, tan pronto este se dormía, la prostituta imperial se vestía con una capa, disimulaba su cabello negro con una peluca rubia y acompañada de una esclava se dirigía al lupanar donde tenía reservada una cámara. Una vez allí se desnudaba y atendía los clientes bajo nombre de «Lyscisca» (la loba)». Prefería una cama barata al lecho imperial. 

Otro Detalle: Tácito menciona: «Para saciar su apetito sexual, acudía al barrio de Susurra, uno de los peores de Roma y no dudaba en recorrer sus oscuras calles, buscando a sus posibles acompañantes nocturnos. Le gustaba el masoquismo, se hacía azotar y le agradaba que la cabalgaran rudamente”.

Un último detalle: Plinio el Viejo recuerda la voracidad sexual de Mesalina, cuando esta, en una ocasión, decide medir su capacidad amorosa y a tal efecto organiza una competición entre ella y una conocida prostituta de su época, una siciliana llamada Escila, que había sido elegida por su gremio para este desafío; el objetivo era saber cuál de las dos lograba satisfacer  a más hombres en un solo día. Para la historia quedó escrito que superó a la profesional, completando 25 servicios completos y solo entonces, «lassata viris, nondum satiata, recessit» (cansada, pero no saciada, se retiró).

Fuentes:      

  • Suetonio. «Vidas de los doce Césares». Editorial Cumbre S.A., 1977
  • Cayo Cornelio Tácito. «Los Anales». Alianza Editorial, 2008
  • Elena Castillo y Eva Cantarella. «I due volti di Messalina». Storica, Enero 2010



Por francisco

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *